IMPORTANTE

La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

sábado, 28 de agosto de 2010

Capitulo 19 :)

Antes de que pudiera darme cuenta, paró de reír y se dio cuenta de que le estaba mirando analíticamente.
- Conozco esa mirada… - dijo receloso - ¿Por qué me miras con esa mirada?
- ¿Qué mirada?
- Esa mirada - enfatizó -. La que tienes ahora mismo.
Vacilé un momento.
- ¿te pasa algo, Lucas? – dije inquisitivamente.
Él me miro asombrado, abrió los ojos y la boca se entreabrió. Vi como inconscientemente cerraba los puños. Y también como apartaba la mirada un momento, pero no lo suficiente como para que no me diera cuenta.
- No, nada. ¿Por?
- No me mientas. Sé que te pasa algo, te conozco demasiado bien como para no darme cuenta. – le dije suavemente.
- Todos nos podemos equivocar. – le miré interrogante – Se supone que yo te conozco tan bien como tú a mí. Y sin embargo no me di cuenta de que querías suicidarte. – atacó con dureza.
Me dolió. Claro que me dolió. Pero no le contesté. Sabía que tan solo decía eso porque yo le estaba invadiendo su “espacio” por decirlo de alguna manera. Yo hacía lo mismo cuando alguien se quería preocupar por mí, atacar, ponerme a la defensiva, todo para hacer notar que “no me pasa nada”, que puedo cuidar de mi misma, que no me hacen falta los demás. Pero por esa actitud había terminado en el baño de mi habitación cortándome las venas.
- Ya, pero… ¿Cuántas veces te he dicho que no sabes mentir? – le dije con una media sonrisa.
Lucas abandonó la actitud defensiva un momento.
- Oye, no te voy a obligar a contarme nada. Pero, si que quiero que sepas que puedes confiar en mí.
Él me sonrió, y antes de que pudiera darme cuenta me dio un abrazo. Suspiré aliviada, era bueno saber que no se enfadaba conmigo.
- Vamos a tu habitación, allí hablaremos mejor.
Nos fuimos hasta mi habitación. Al entrar me di cuenta de que necesitaba ordenarla ya. Parecía que alguien había entrado a robar. Yo me senté en la cama y él en una silla que sacó de debajo de un montón de ropa.
Esperé para ver si empezaba a hablar pero no lo hacía. Miraba al suelo con rabia.
- Estoy harto, Ariadna.
Fruncí el ceño.
- Estoy harto de esta mierda, de este orfanato y de todo lo demás.
Paró un segundo de hablar. Pero no era porque había terminando. Sentí como estaba intentado buscar las palabras adecuadas.
- Estoy harto de vivir así, Ari… de que me miren como si fuera un delincuente, de no poder fiarme de nadie, de… le miré escéptica - ¡Perdona! De casi nadie, de tener que ir con los cinco sentidos alerta porque nunca sabes cuándo te pueden matar o traicionar, de ver que para lo que nosotros está prohibido o es difícil para otros es más que fácil. Estoy harto de pertenecer a la calle…
Nunca me había parado a pensarlo. Lucas siempre parecía tan seguro de sí mismo, tan feliz. Siempre estaba seguro de lo que hacía, decía o pensaba. Pero en ese momento me di cuenta. Lucas nunca podría sentirse a gusto en la calle, no era su lugar. Él era demasiado bueno para la vida en la calle, era demasiado pacifico, demasiado generoso, demasiado simpático, demasiado tranquilo. Simplemente, era demasiado Lucas.
- Quiero una vida normal, Ariadna ¿Me entiendes? – Lucas me miró intensamente.
- Creo que sí. Pero… no puedes hacer nada.
Lo dije con compasión. Esto no era vida para él. Lucas se merecía mucho mas.
- Estoy estudiando en serio. A finales de curso haré la selectividad.
- ¡¿Te piras a la universidad?! – pregunté sin poder creérmelo. No podía imaginarme el orfanato sin Lucas.
- Es lo que espero. – mantenía la cabeza agachada, mirando al suelo – De todas formas a finales de verano cumpliré los dieciocho, me echarían del orfanato. Y antes de que eso pase quiero conseguir una beca para poder estudiar en la universidad y así conseguir un empleo bueno.
- ¿Es esa la forma en que quieres salir de aquí?
- Si…
Sentí como el aire me faltaba. Abrí la boca varias veces hasta que por fin conseguí emitir un sonido.
- ¿Qué quieres estudiar?
- Periodismo de guerra.
Qué ironía.
- ¿Sales de las calles para meterte en guerras?
El se rio amargamente.
- No sé, quizá quiero estudiar eso para ver que hay problemas más serios que los que nosotros tenemos. A saber…
- Eso ya tiene un poco más de lógica.

Me acordé que una vez, hacia unos dos años, habíamos dicho algo parecido.
“Paseábamos por ahí, esperando a que fuera la hora de cenar para volver al orfanato, cuando vimos un cartel donde un psicólogo se anunciaba. Bufé hastiada, nunca había soportado los psicólogos. Siempre metiéndose en la vida de la gente.
- ¿Por qué alguien querría ser psicólogo? No lo entiendo. – dije harta.
Lucas se giró para mirarme. El sabía que yo odiaba a los psicólogos desde que después de la muerte de mis padres tuve que asistir a terapia durante unos meses.
- Quizás creen que si escuchan los problemas de la gente que lo está pasando mal, su vida parecerá menos mierda.
- A lo mejor tienes razón. – le miré sonriendo – O quizás son masoquistas y les gusta amargarse pensando en todo lo malo de la vida. “
Por aquel entonces yo aun no había ingresado en La Banda y a Lucas le faltaba poco para que le metieran una navaja y decidiera salirse de ella.

- Sabias que el periodismo de guerra es peligroso, ¿verdad? – Lucas no me contestó – podrían matarte si te envían a un país conflictivo.
- Dijo la chica que está en una banda de delincuentes conflictivos – contraatacó sonriendo sarcásticamente.
- Joder… No vas a parar nunca.
- No. Ariadna, sal de ahí, deja de meterte en líos de una vez.
- ¡No! Lucas, tú junto con ellos sois la única familia que me queda. – dije intensamente - No quiero perderlos, igual que no te quiero perder a ti ¿Por qué no lo entiendes?
- Te fallaran. Tarde o temprano te harán daño.
- Que a tu te lo hicieran no quiere decir que conmigo pase lo mismo.
Lucas frunció el ceño un momento y se volvió a relajar.
- La Banda es como un cáncer. Te va matando lentamente, te hiere, cambia a la gente, hace que te aísles de las personas rechazando su ayuda, vas quedándote solo… hasta que finalmente ya no hay nada que hacer. O te has muerto, o estás solo.
Su explicación me dejo sin aliento. Ni siquiera supe que contestar.

lunes, 16 de agosto de 2010

capitulo 18 :)

- ¡Joder, Ariadna! – exclamó mirándome con impotencia a los ojos.
- Ni joder, ni mierdas ¿Entiendes Lara? – No dejé que me afectara su mirada. Ella me miro impresionada – Raúl estaba en la reunión, no creo que seas tan idiota como para decirme que aunque él no estuviera en su casa, tú si lo estabas – terminé con molesta.
No me contestó. No me miraba a los ojos, miraba al suelo. Su mirada era de pura impotencia y vergüenza. Todo su cuerpo temblaba y su boca se abría y se cerraba muchas veces sin llegar a emitir algún sonido. No la presioné y esperé. Poco a poco, después de unos segundos empezó a tranquilizarse y su temblar paró.
- Ari, tía… Lo siento, de verdad que lo siento… pero no… no te puedo decir nada – abrí los ojos con asombró normalmente Lara me lo contaba todo, sin excepción alguna – Si pudiera te lo contaría, pero no puedo. – finalizó con indecisión.
- ¿Por qué no puedes?
- No me lo preguntes ¿Vale? Ya es bastante difícil decir esto. – Lara apartó los ojos evadiendo mi mirada - ¿Nunca has tenido un secreto que no puedes contar a nadie?
Por primera vez en mucho tiempo no supe que decir. Agaché la cabeza y mi mirada se posó sobre mis dos muñecas. Tapadas por las largas mangas del jersey, estaban dos cicatrices, rojizas y presentes, intentando recordarme a cada momento mi error. Claro que sabía lo que era no poder contarle a nadie un secreto.
Miré a Lara, estaba pálida, avergonzada e indecisa. Sus ojos me miraban pidiéndome disculpas. Y le perdoné. Después de todo era amiga mía y… fuera lo que fuera que ocultara no podía ser peor que lo mío. Yo no tenía ningún derecho a juzgarla.
- Si, si lo sé…
Ella levantó la vista esperanzada.
- Entonces… ¿No estás cabreada conmigo?
- No. – le sonreí ligeramente – No, tranquila.
- Gracias, tía.
- No hay de qué. – respondí incomoda - Bueno, me largo.
- ¿Te irás a ver a Carlos?
- No creo, necesita descansar y si estoy por allí no lo hará. Me iré al orfanato si eso.
- Pues adiós. Intentaré llamarte después.
Me di la vuelta y sumida en mis pensamientos salí al exterior. La calle estaba desierta, como de costumbre, solo papeles, paquetes, y en general basura, estaba por el suelo. El viento los arrastraba de un lado a otro haciendo parecer a la calle un escenario de película de terror. Ya me lo imaginaba, solo faltaba que detrás de mi estuviera Jack el Destripador, Jason Voorhees o Freddy Krueger. Pero no, esto no es Londres, el Lado Cristal o Elm Street.
Me estremecí de frio. Ese marzo era excepcionalmente frio. Empecé a caminar hacia el orfanato. Seguía el camino más por inercia que por ir concentrada en dar los pasos correctos. Ese camino lo habían recorrido miles de veces, y podría hacerlo hasta con los ojos vendados.
Mis pensamientos me tenían agobiada. Por un lado estaba Carlos, herido por el cabrón de Joel, por otro lado estaba Tony, al que Richi y los suyos quería darle una paliza, después estaba Lara, que escondía algo, y por último, Lucas, hacia bastante que no hablaba con el acerca de cómo le iba todo. Solo hablábamos lo típico. Desde mi “gran” intento de suicidio, yo tenía la cabeza en otro sitio y se me estaba olvidando que era Lucas, el mismo Lucas que me había cuidado desde los ocho años, el que había estado al lado de mi cama en el hospital.
Miré a la gente. Algunos parecían ir con prisa, arrollando a la gente a su paso. Otros iban cabizbajos y con toda la lentitud del universo, parecía que estos caminaban hacia su muerte, por la desgana que llevaban encima. Pensé de nuevo en una conclusión a la que había llegado hacia años: la gente no conoce a las personas con las que conviven. Conocer de verdad, quiero decir. Podría asegurar que hay gente que vive en el mismo edificio más de diez años y ni siquiera sabe cómo se llama el vecino de enfrente o el de al lado. Aun peor, podrías ser amigo de alguien y no llegar a conocerlo nunca del todo. Por ejemplo La Banda, nadie de ahí me conocía a fondo, ni siquiera Carlos.
“¿Podrías dejar de ser tan jodidamente hermética por una vez? a toda La Banda nos jode no poder ver a través de ti, nos jode no poder saber qué es lo que piensas de verdad.”
La frase de Tony, la noche en que fui a casa de mis padres, volvió a mi mente.

Llegué al orfanato a eso de las siete de la tarde. No había mucha gente por los pasillos. Tan solo un par de críos persiguiendo a una niña para tirarle de las trenzas. Los dos niños le seguían de cerca, con unas sonrisas maliciosas en sus caras de siete años. La niña por sui lado, corría con todas sus fuerzas, con la cara aterrorizada. La niña de las trenzas paso por mi lado sin rozarme, pero uno de los niños si que se hubiera estrellado contra mi si yo no hubiera dado un paso hacia atrás. El niño siguió corriendo sin darse cuenta.
- ¡Mira por dónde vas, joder! – exclamé.
Bufé indignada y los vi alejarse, escaleras arriba. Detrás de mí se oyó una risita burlona.
- ¿Abusando de los pequeños?
Me giré con una sonrisa sarcástica y miré al chico que estaba frente a mí.
- ¿Con lo buena persona que soy yo? Sueñas.
Lucas empezó a reírse. Aproveché para mirarle. Siempre conseguía adivinar si le pasaba algo tan solo con mirarle. Por desgracia, él hacía lo mismo. Vi como debajo de sus ojos, había dos grandes ojeras, moradas y marcadas. Parecía que no había dormido bien. También parecía más delgado, tenia los pómulos mas hundidos y el pantalón parecía venirle grande, más que de costumbre.