IMPORTANTE

La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

lunes, 16 de agosto de 2010

capitulo 18 :)

- ¡Joder, Ariadna! – exclamó mirándome con impotencia a los ojos.
- Ni joder, ni mierdas ¿Entiendes Lara? – No dejé que me afectara su mirada. Ella me miro impresionada – Raúl estaba en la reunión, no creo que seas tan idiota como para decirme que aunque él no estuviera en su casa, tú si lo estabas – terminé con molesta.
No me contestó. No me miraba a los ojos, miraba al suelo. Su mirada era de pura impotencia y vergüenza. Todo su cuerpo temblaba y su boca se abría y se cerraba muchas veces sin llegar a emitir algún sonido. No la presioné y esperé. Poco a poco, después de unos segundos empezó a tranquilizarse y su temblar paró.
- Ari, tía… Lo siento, de verdad que lo siento… pero no… no te puedo decir nada – abrí los ojos con asombró normalmente Lara me lo contaba todo, sin excepción alguna – Si pudiera te lo contaría, pero no puedo. – finalizó con indecisión.
- ¿Por qué no puedes?
- No me lo preguntes ¿Vale? Ya es bastante difícil decir esto. – Lara apartó los ojos evadiendo mi mirada - ¿Nunca has tenido un secreto que no puedes contar a nadie?
Por primera vez en mucho tiempo no supe que decir. Agaché la cabeza y mi mirada se posó sobre mis dos muñecas. Tapadas por las largas mangas del jersey, estaban dos cicatrices, rojizas y presentes, intentando recordarme a cada momento mi error. Claro que sabía lo que era no poder contarle a nadie un secreto.
Miré a Lara, estaba pálida, avergonzada e indecisa. Sus ojos me miraban pidiéndome disculpas. Y le perdoné. Después de todo era amiga mía y… fuera lo que fuera que ocultara no podía ser peor que lo mío. Yo no tenía ningún derecho a juzgarla.
- Si, si lo sé…
Ella levantó la vista esperanzada.
- Entonces… ¿No estás cabreada conmigo?
- No. – le sonreí ligeramente – No, tranquila.
- Gracias, tía.
- No hay de qué. – respondí incomoda - Bueno, me largo.
- ¿Te irás a ver a Carlos?
- No creo, necesita descansar y si estoy por allí no lo hará. Me iré al orfanato si eso.
- Pues adiós. Intentaré llamarte después.
Me di la vuelta y sumida en mis pensamientos salí al exterior. La calle estaba desierta, como de costumbre, solo papeles, paquetes, y en general basura, estaba por el suelo. El viento los arrastraba de un lado a otro haciendo parecer a la calle un escenario de película de terror. Ya me lo imaginaba, solo faltaba que detrás de mi estuviera Jack el Destripador, Jason Voorhees o Freddy Krueger. Pero no, esto no es Londres, el Lado Cristal o Elm Street.
Me estremecí de frio. Ese marzo era excepcionalmente frio. Empecé a caminar hacia el orfanato. Seguía el camino más por inercia que por ir concentrada en dar los pasos correctos. Ese camino lo habían recorrido miles de veces, y podría hacerlo hasta con los ojos vendados.
Mis pensamientos me tenían agobiada. Por un lado estaba Carlos, herido por el cabrón de Joel, por otro lado estaba Tony, al que Richi y los suyos quería darle una paliza, después estaba Lara, que escondía algo, y por último, Lucas, hacia bastante que no hablaba con el acerca de cómo le iba todo. Solo hablábamos lo típico. Desde mi “gran” intento de suicidio, yo tenía la cabeza en otro sitio y se me estaba olvidando que era Lucas, el mismo Lucas que me había cuidado desde los ocho años, el que había estado al lado de mi cama en el hospital.
Miré a la gente. Algunos parecían ir con prisa, arrollando a la gente a su paso. Otros iban cabizbajos y con toda la lentitud del universo, parecía que estos caminaban hacia su muerte, por la desgana que llevaban encima. Pensé de nuevo en una conclusión a la que había llegado hacia años: la gente no conoce a las personas con las que conviven. Conocer de verdad, quiero decir. Podría asegurar que hay gente que vive en el mismo edificio más de diez años y ni siquiera sabe cómo se llama el vecino de enfrente o el de al lado. Aun peor, podrías ser amigo de alguien y no llegar a conocerlo nunca del todo. Por ejemplo La Banda, nadie de ahí me conocía a fondo, ni siquiera Carlos.
“¿Podrías dejar de ser tan jodidamente hermética por una vez? a toda La Banda nos jode no poder ver a través de ti, nos jode no poder saber qué es lo que piensas de verdad.”
La frase de Tony, la noche en que fui a casa de mis padres, volvió a mi mente.

Llegué al orfanato a eso de las siete de la tarde. No había mucha gente por los pasillos. Tan solo un par de críos persiguiendo a una niña para tirarle de las trenzas. Los dos niños le seguían de cerca, con unas sonrisas maliciosas en sus caras de siete años. La niña por sui lado, corría con todas sus fuerzas, con la cara aterrorizada. La niña de las trenzas paso por mi lado sin rozarme, pero uno de los niños si que se hubiera estrellado contra mi si yo no hubiera dado un paso hacia atrás. El niño siguió corriendo sin darse cuenta.
- ¡Mira por dónde vas, joder! – exclamé.
Bufé indignada y los vi alejarse, escaleras arriba. Detrás de mí se oyó una risita burlona.
- ¿Abusando de los pequeños?
Me giré con una sonrisa sarcástica y miré al chico que estaba frente a mí.
- ¿Con lo buena persona que soy yo? Sueñas.
Lucas empezó a reírse. Aproveché para mirarle. Siempre conseguía adivinar si le pasaba algo tan solo con mirarle. Por desgracia, él hacía lo mismo. Vi como debajo de sus ojos, había dos grandes ojeras, moradas y marcadas. Parecía que no había dormido bien. También parecía más delgado, tenia los pómulos mas hundidos y el pantalón parecía venirle grande, más que de costumbre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario