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La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Capitulo 20 :)

Ni siquiera supe que contestar.
- Lucas, sé lo que me hago… ¿Vale?
- ¡Pues no lo parece! Mira, eres como mi hermana, Ari y no quiero que te claven una navaja o algo peor.
- No me pasará, tranquilo, de verdad.
Le sonreí, pero no conseguí trasmitirle mucha paz. Me miró inquieto pero no añadió nada más.
Nos quedamos como cinco minutos perdidos en nuestros pensamientos.
No podía imaginarme mi vida en unos meses… Lucas se iba a la universidad y yo… me quedaría sola en el orfanato. Podía valerme sola, pero no sería lo mismo sin él. La persona que más se había preocupado por mí después de mis padres. Una parte de mi, mi parte egoísta, quería que él se quedara a mi lado, sin importar nada. Pero Lucas sería infeliz. Por eso mi otra parte quería que él se fuera a la universidad, se sacara la carrera y fuera feliz. Poder ver una de sus sonrisas sinceras era recompensa suficiente.
- ¿Carlos aun está herido, verdad?
Me giré sobresaltada. Lucas apoyaba la cabeza sobre los brazos, que cruzados estaban apoyados encima de el respaldo de la silla. Me miraba con una mezcla de curiosidad y conformidad.
- ¿Cómo…?
- ¿Qué como lo sé? – asentí – las noticias vuelan.
Hice una mueca de hastío y bufé.
- Se mete en cada lío que…
- Siempre ha sido así. – su mirada cambió – Me acuerdo que cuando teníamos trece años, íbamos Carlos, Yon y yo por un barrio que esta al norte de el instituto. Nos cruzamos con unos cuantos skins de esos. El muy idiota de tu novio, en vez de mirar a otro lado se le ocurrió mirarlos mal. Ya sabes cómo son esos tíos, se cabrean por nada. Vinieron hacia nosotros sacando todas sus armas. Joder, me acuerdo que en ese momento lo primero que pensé fue que no sabía que se pudieran esconder tantas armas en la ropa. – se rió amargamente – Yon empezó a correr, yo iba a hacerlo pero me di cuenta de que Carlos pretendía plantarles cara.
Levanté las cejas, incrédula.
- Eran siete u ocho, de diecisiete años a veinte cada uno. Y nosotros solo éramos tres niñatos de trece años. Lo primero que hice fue cogerlo del brazo y estirarlo. Lo obligué a correr. No opuso resistencia, pero cuando llegamos a la fábrica y los skins no nos seguían, se cabreó. Empezó a gritarnos a Yon y a mí que éramos unos cobardes.
- ¿Qué le dijisteis?
- Que más que cobardes, éramos sensatos.
Típico de Carlos. Ir de macho cuando no debía.
Lucas suspiró y se levantó de la silla. Se fue hasta la ventana y se apoyó en la pared. Miraba a través de la ventana. Su mirada reflejaba incertidumbre.
A lo mejor no estaba seguro del futuro, de lo que nos esperaba en el futuro. Como yo. La vida da demasiadas vueltas.
- Me voy al taller.
Me levanté de la cama y me acerqué al escritorio. Empecé a buscar por los cajones. Cuando encontré las llaves me giré para encararlo.
- Ten llévale a tu amigo las llaves de la moto que me dejó ayer. Está aparcada ahí, en la salida.
Las cogió al vuelo. Y con una sonrisa salió de la habitación.
Me volví a sentar en la cama. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Ese puto día me había causado demasiados dolores de cabeza. El instituto, Richi, Tony, Lara, Lucas. Cogí el móvil y empecé a buscar alguna canción. Calles de Nach empezó a sonar en mi habitación. Esa canción era tan real… tan apropiada. Me abandoné a la música. No quería pensar en nada.

“Calles, donde siempre paga quien falla,
Donde todos cruzan rayas y quieren ganar medallas.
Calles, batallas entre el humo y la niebla”

Me acordé de Ruth y las demás. Si supieran lo que yo había hecho, visto o vivido fliparían. Demasiado fuerte para sus mentes protegidas por sus padres. ¿Ellas habrían soportado ver morir a sus padres? ¿Podrían haber soportado que su mejor amigo, y después su novio, hubieran recibido un navajazo? ¿Habrían soportado las huidas de la policía, las tardes y las noches de juerga, las peleas? ¿Habrían soportado todo eso?

Quién sabe. A lo mejor no, o quizás sí. Eso ya no se puede averiguar, porque fue a mí a quien le toco vivir esta vida. Ellas tuvieron más suerte que yo.

Las canciones se fueron sucediendo unas a otras. Y poco a poco, me dormí.

La adrenalina y el miedo corrían por mis venas. Tenía que esconderme, tenía que esconderme. Di un repaso rápido a la habitación con la mirada. Era la habitación de una niña pequeña, había muñecas, lápices de colores y zapatos de ballet por el suelo. Me sonaba de algo, pero no sabía de qué. Oí el crujir de la madera de las escaleras, ocasionado por unos pasos. Pasos de dos hombres.
Decidí arriesgarme y me acerqué rápida pero silenciosamente al armario. Estaba lleno de ropa bonita y buena calidad, cara. Aparte la ropa a un lado hasta que me pude hacer un pequeño hueco. Con las piernas temblando y el corazón a mil por hora entré en el armario y cerré la puerta, dejando un hueco diminuto para poder ver. Para entonces los dos hombres se habían acercado lo suficiente a la habitación donde me escondía, y uno de ellos estaba girando el pomo de la puerta. Este provocó un pequeño chirrido que me dio un escalofrió. Tenía un miedo irracional. No sabía exactamente porque, pero lo tenía. Era como si ya hubiera vivido aquello antes. Quizá solo era producto del pánico.
La puerta se abrió chirriando. Necesitaba aceite. Al igual que la puerta, la habitación, como toda la casa despedía una fuerte sensación de olvido y tragedia. Los dos hombres entraron. Sus pasos eran sigilosos, amenazantes. Había un nudo en mi garganta que no me dejaba respirar. Vi como unos de ellos se acercaba a la cama. La oscuridad me impedía verle la cara, pero vi un tenue resplandor en su bolsillo trasero. Una navaja, pensé inmediatamente. Pero fue el otro quien más me llamó la intención. Estaba al medio de la habitación, recorriéndolo todo con su mirada. Eso más que verlo lo intuí. Estaba en una zona donde no le daba la luz.
Tenía ganas de correr y gritar, pero eso me descubriría, y no quería eso, por nada del mundo. Mi otro deseo era poder despertar de esa pesadilla que se me hacia tan parecida a la realidad. Cerré los ojos con fuerza, deseando estar en cualquier otro lugar. Pasé dos segundos eternos así, pero al abrir los ojos todo seguía igual. La única diferencia era que el hombre que había estado antes en el medio de la habitación se acercaba a la ventana. El otro mientras rebuscaba en los cajones, deseoso de encontrar algo de valor.
Las nubes que ocultaban la luna se alejaron y un rayo de luz plateada entró por la ventana. Un gran tribal se dibujaba en la nuca de hombre que estaba en la ventana. Y, en el mismo momento en que me di cuenta, él se giró. Y me miró.
- ¡Ah!
Me incorporé en la cama rápidamente. Puta pesadilla. Me levanté jadeando aun del terror que había experimentado segundos antes. Fui hasta el baño y empecé a lavarme la cara. La pesadilla había hecho sudara. Me apoyé con las manos en el lavabo, intentando no caerme. En ese momento no confiaba demasiado en mi sentido del equilibrio, y mucho menos en mis piernas.
Miré el espejo que estaba frente a mí. Y, allí, reflejado en mis pupilas, estaba él. Ese tribal tatuado.

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