IMPORTANTE

La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 23 :)

-Me gusta tu nombre – me sonrió-.

Estuvimos unos minutos en silencio, sin saber bien que hacer o decir. Yo miraba al suelo, con la mirada perdida, no sabía cómo mirar al chico a la cara, no podría agradecerle nunca lo que había hecho esa noche por mí… Cuando había parecido que ya nada podría ayudarme, que todo estaba perdido, él había aparecido. El chico, Carlos, me había salvado la vida y ahora me miraba fijamente, intentando descubrir algo. Era una situación extraña y, en cierto modo, incomoda.

-Gracias… - Le miré a los ojos y le hablé susurrando.

-No tienes que dármelas – me miró intensamente a los ojos, un escalofrío me recorrió la espina dorsal - ¿Tienes frío?

Sin esperar a que le contestara se levantó y buscó en su armario. En vez de buscar entre las cosas que tenia dentro, lo que hacía era que tiraba por el aire todo lo que encontraba, me hizo sonreír ligeramente, yo hacía lo mismo de pequeña cuando no encontraba la muñeca que quería. Poco a poco a sus espaldas se iba formando un montón de ropa. Carlos encontró lo que quería y se giró, mirándome y sonriéndome ligeramente, tenía una manta en sus manos. Se acercó a mí lentamente, no quería que le tuviera miedo.

Volví a bajar la mirada, que diferente era Carlos de los tres chicos de antes. Recordé las manos del chico sobre mí, forzándome, insistiendo. Los otros dos chicos riéndose, animándolo. Los tres insultándome, golpeándome...

Carlos desplegó la manta y me la puso sobre la espalda, rodeándome. Sentí el peso de la manta, sentía el roce de la sudadera contra mi piel, pero tenía frío y temblaba. Tenía ganas de cerrar los ojos y desaparecer, llegar hasta algún sitio donde no hubiera nadie y allí poder gritar y llorar sin que nadie me oyera ni viera. No quería levantar la cabeza y mirar a Carlos, porque sabía que si veía sus ojos mirándome con lástima y ternura, no podría contener mas las lagrimas y empezaría a llorar, y yo no quería que alguien me viese así de… así de débil.

Sin embargo a Carlos le extrañó que yo no levantara la mirada ni hiciera ningún movimiento al ponerme la manta. Indeciso, me puso una mano en el hombro, dispuesto a ayudarme una vez más esa noche, pero al sentirme temblar se asustó, no le gustaba ver a ninguna chica llorar, lo odiaba. Pese a eso, se arrodilló frente a mí, con lo que su cara quedó a la altura de la mía.

Yo tenía los ojos abiertos, mirando al vacío. Carlos me miró sin saber cómo actuar, no estaba acostumbrado a consolar a nadie, mucho menos a una chica a la que casi violan. Finalmente respiro hondo y me cogió la mano que yo tenía sobre mi rodilla. Ese acto me hizo enfocar la vista y lo vi frente a mí, mirándome con preocupación. Su mirada me decía que podía confiar en él, que él estaría a mi lado. Me apretó suavemente la mano. No pude más, era demasiado, demasiadas cosas. Una lágrima solitaria empezó a deslizarse por mi mejilla, una segunda le siguió al cabo de un segundo, y poco a poco las lágrimas fueron saliendo sin cesar, liberándose.

Carlos no me dijo nada, pero lo que hizo me ayudó mucho más que cualquier palabra que hubiera podido decir. Se sentó a mi lado, en su cama, y sin soltarme la mano, con el otro brazo me abrazó y me atrajo hacia él. Me apoyé en su hombro y sin importarme que él me viera así lloré. Con cada lágrima que derramaba, el peso que sentía dentro de mi desaparecía. Recordaba todas las veces que me había prohibido llorar, las veces que había sido borde con la gente para que no supieran lo mal que lo estaba pasando, lo que me había costado construir un muro a mi alrededor, y esa noche, Carlos, con solo mirarme había destruido ese muro, ya no quedaba nada de él, ni siquiera los escombros…

Abrí los ojos lentamente, sentía los parpados pegados a los ojos. Me restregué los ojos, e inmediatamente sentí un cuerpo a mi lado, su calor, su respiración, su aroma. Al principio no veía nada, solo grandes sombras borrosas, pero poco a poco la vista se empezó a enfocar. Vi a Carlos, estaba durmiendo a mi lado, una expresión serena habitaba su cara y una pequeña sonrisa surcaba sus labios. Su tranquilidad me hizo sonreír un poco. Me entretuve mirándole, los ojos cerrados, las pestañas largas, la nariz bonita, quizá un poco torcida, consecuencia de algún puñetazo, la mandíbula marcada. Tenía el rostro de alguien duro, acostumbrado a vivir entre las calles, acostumbrado a las peleas, a vivir al límite, sin reglas ni normas. Lo único que le daba un toque de dulzura a su rostro eran sus labios, finos, marcados, perfectos. Cerré los ojos, empezaba a delirar.

Carlos se movió y su brazo me atrajo aun más hacia él. Mi cabeza quedó junto a su pecho y el sonido de su corazón me hizo abrir los ojos sorprendida. Recordé entonces que nos habíamos quedado dormidos cuando él me estaba consolando. En algún momento nos habíamos ido recostando en la cama hasta estar acostados en ella. Ni siquiera me puse nerviosa, algo en Carlos me tranquilizaba.

Algo en mi mente me decía que estaba pasando algo por alto, que tenía algo que hacer, pero…

-¡Mierda, Lucas!

¡El orfanato! ¡Me había dormido! A saber qué hora era, Lucas me iba a matar. Me maldije interiormente. Carlos a mi lado, se removió y abrió los ojos pestañeando varias veces. Yo no había hablando en voz excesivamente alta, pero si lo suficiente como para despertarle.

-¿Has dicho algo? – su voz era grave, y pastosa por estar medio dormido.

-¿Qué hora es? – dije preocupada.

Él me dejó de abrazar y el calor que me proporcionaba desapareció, algo dentro de mí le quería decir que me volviera a abrazar, y no sabía si eso era bueno exactamente. Se giró a su mesita y cogió su móvil.

-Las tres y media.

-¡Mierda, mierda, mierda! Me van a matar.

-Oye, tranquila, seguro que tus padres no han notado que no estás en casa, puedes decir que estabas en casa de alguna amiga – me dijo sonriéndome.

Aparté la vista. Él lo había dicho con intención de animarme, no sabía la verdad, pero aun así dolía.

-Mis padres están muertos… Quien me matará será mi amigo y el director del orfanato.

-Ostia, lo siento de verdad, yo no…

-Tranquilo – le sonreí amargamente -, no sabias nada.

Él me miró y me sonrió pidiéndome disculpas. Se levantó y me ayudó a levantarme.

-Te acompañaré al orfanato – dijo con autoridad, no había replicas - . No quiero que te pase nada…

Quería responderle que no hacía falta, que estaría bien, pero no lo hice, tenía miedo, no quería volver a sentir el pánico que había sentido cuando esos chicos… sabía que había tenido suerte, que muchas chicas no habían tenido la suerte de que alguien les ayudara y las salvara, y habían terminado abandonadas en un callejón, cuando ya se habían hartado de ellas o, aun peor, muertas. Lo que yo quería en ese momento era que Carlos me volviera a abrazar y me dijera que no me pasaría nada malo.

Se levantó y bostezó. Dentro de mí, una sonrisa luchaba por salir, Carlos en ese momento parecía un modelo de revista, tenía el pelo desecho, la camiseta arrugada y una bonita sonrisa. Y todo eso a pesar de tener los ojos rojos y estar bostezando.

Intenté levantarme yo también y aunque al principio me pareció que iba a volver a caer pude sostenerme en pie. Me sentía mareada, las horas que había dormido no había servida de mucho, solo para poder tranquilizarme un poco, nada más. Me giré para mirar a Carlos, estaba volviendo a buscar en su armario, aunque ahora casi toda su ropa estaba por el suelo. Me quedé mirándole, tenía algo atrayente, no lo conocía de nada, pero cuando estaba cerca me ponía nerviosa y el corazón se me aceleraba. No podía ser simplemente por tenerlo cerca, estaba bastante más que acostumbrada a estar con chicos, con Lucas había dormido varias veces en la misma cama, y en el instituto casi todos sus amigos eran chicos. Casi siempre me llevaba mejor con ellos que con las chicas. Quizá era porque las únicas amigas que había tenido en mi vida me fallaron, aunque de aquello hubieran pasado años, o puede que fuera porque las demás chicas que conocía eran casi todas unas envidiosas, que se dedicaban a ponerse a parir unas entre otras.

-Ya está, podemos irnos.

Carlos se había girado haciendo que perdiera el hilo de mis pensamientos. Me fijé en su mirada, cargada de… no sabría definir qué era lo que contenía la mirada de él. En cierto modo me miraba con amabilidad, con confianza, puede que con alegría y, aunque no estuviera segura, de seducción. Sonreía de lado y en sus manos tenía dos chaquetas. Acepté la que me daba y con cuidado me la puse, la muñeca me seguía doliendo, y ahora que sentía el dolor lo notaba mucho más fuerte que hacia unas horas.

El frío de la calles nos recibió. Me sentí inquieta, no podía dejar de mirar a un lado y a otro continuamente. Y, aunque sabía que no había razón para temer, no teniendo a Carlos a su lado, es que tenía miedo. Mi cabeza me decía que estaba siendo una imbécil, que no me iba a pasar nada, que demostrara tener orgullo y dignidad y no mostrara el pánico que tenia. Pero lo que yo sabía, lo que me decía algo dentro de mí, era que iba a sentir ese pánico durante tiempo. Porque realmente solo el tiempo lo cura todo.

Caminamos todo el rato uno al lado del otro sin hablar, pero el silencio que había no era incomodo, más bien era lo contrario. Andábamos cada uno perdido en nuestros pensamientos. Y así llegamos al orfanato. Me giré para decirle que gracias, que ya había llegado, pero no le dije nada, me quedé mirándole con curiosidad. Carlos tenía la boca y los ojos abiertos mientras fruncía el ceño. Al cabo de unos segundos se me quedó mirando como si me viera por primera vez.

-¡Joder! No sé cómo no me he dado cuenta antes – lo dijo sorprendido, con una sonrisa en sus labios -.

-¿Cómo? – no le entendía.

-¡No sé cómo no te he conocido antes! ¡Tú eres la chica que siempre va con Lucas!

Abrí los ojos ¿Cómo sabia él que yo era amiga de Lucas? Juraba no haberlo visto nunca antes. Aunque quizás…

-¿Eres de La Banda?

-Si – rio suavemente -. Joder, sabía que me sonabas pero no me imaginaba que eras la amiga de Lucas.

No supe que decirle. Recordé como Lucas a veces me había contado cosas que le habían pasado con La Banda, y como, varias veces, mencionaba a un tal Carlos.

-Carlos, gracias… - levanté la mano y le impedí que me interrumpiera – Gracias por salvarme hace unas horas, gracias por todo.

Él sonrió y se acercó poco a poco a mí. Mi subconsciente me hizo mirar sus labios, curvados en una tenue sonrisa. Pero él no me besó, simplemente me atrajo hacia él y me abrazó.
Inconscientemente le rodeé con mis brazos. Después de unos segundos, los suficientes para que el abrazo no fuera incómodo, nos separamos.

-Nos veremos pronto, Ariadna – me dijo mientras se daba la vuelta y se largaba.

Sin saber bien porqué, le creí. Algo me decía que nos veríamos más pronto de lo que esperaba.”

Terminé de recordar. Había pasado mucho tiempo desde esa noche, habían pasado muchas cosas. Todos habíamos cambiado desde aquellos días. La vida es muy puta y pocas veces trata bien a las personas. A veces había deseado poder volver a esos días, cuando Carlos y ella empezaban a conocerse, cuando Lucas aun no había abandonado La Banda y ella no había ingresado. Entonces todo era mucho más fácil, Carlos era más parecido a un novio normal de lo que era ahora, Lucas era más alocado y yo aun pensaba que la vida podía mejorar. Cuando deseaba volver atrás solo le bastaban algunos segundos para pensármelo mejor y entonces, poco me faltaba para darme de cabezazos contra la pared por haber pensado esa idiotez. Esos dos últimos años habían sido los que le habían permitido terminar de ver la vida como lo que era, una puta mierda. Y no, no me arrepentía de haber entrado en La Banda, después de todo había sido gracias a ellos que ahora era como era, habían sido ellos los que me habían abierto los ojos, habían sido ellos los que me aceptaron tal como era y, por encima de todo, habían sido ellos los que nunca me habían fallado. Si era completamente sincera, no se arrepentía de nada de lo que había hecho en su vida, habían sido mis actos los que me condujeron aquí y también, los que me habían hecho ser como era.

No hay comentarios:

Publicar un comentario