IMPORTANTE

La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

jueves, 27 de mayo de 2010

CAITULO 14

- Quiero ver a Carlos. – exigí.
- Hola Ariadna, cuánto tiempo me alegro de que preguntes como estoy – dijo sarcásticamente.
No le contesté. Nunca me había fiado del todo de Pablo, había algo en él que me hacia desconfiar, era como si ocultara algo.
- En su habitación – respondió secamente.
Sin que me dijera nada pasé por su lado y subí las escaleras. Pablo venía detrás de mí. Cuando estuve frente a la puerta de Carlos llamé a la puerta. No me contestó nadie, pero oí un gemido de dolor. Tenía los nervios de punta y no sabía si estaba preparada para ver a Carlos con un navajazo, pero la vida era demasiado corta como para detenerse solo por tener miedo. Porque si, tenía miedo, miedo de pensar que Carlos podía morir. Sin pensarlo dos veces abrí la puerta.
Carlos estaba recostado en la cama, con la cara contraída por el dolor, pero a pesar de eso me sonreía. Vi que la venda que le rodeaba las costillas estaba ya roja por la sangre que emanaba de la herida.
Sin decir nada me acerque a él y le di un beso lleno de ternura. El se rio, con dificultad.
- No seas idiota – le regañé – si te ríes es peor para ti.
- Pensaba que no vendrías – dijo ignorando lo que le había dicho – pensé que seguías cabreada por lo de la otra noche.
- Lo estaba.
- Lo siento – me miró a los ojos – pero quería pasar más tiempo contigo, con todo eso de que estabas enferma no te había visto en días.
Enferma. Ya, claro. La vista se me desvió a las muñecas, las cicatrices estaban cubiertas por dos muñequeras, de modo que no se podía ver nada.
- Lo sé joder. Pero sabes que cuando quiero estar sola no aguanto a nadie a mi lado.
- Ya, pero… supongo que en ese momento no pensé en lo que tú necesitabas…
- No pasa nada – dije con ganas de cambiar de tema – ¿Cómo estás?
- He estado peor – se burló – Por lo menos el hijo de puta de Joel también se llevó lo suyo.
- No tendrías que haberte peleado. – dije duramente – Y a sabes que Joel es capaz de todo.
- ¡No iba a dejar que te tratara así!
- Puedo arreglármelas sola. No sería la primera vez que peleo.
- Tampoco sería la vigésima vez - me sonrió.
Sonreí ligeramente. No me apetecía pelearme más con él. En ese momento me acorde de Pablo. Me gire y vi que la puerta estaba cerrada y que el se había ido. Mucho mejor.
- Va, cállate. Te voy a cambiar las vendas.
Pasé la siguiente hora quitándole las vendas sucias, limpiándole la herida y colocándole las vendas limpias. Carlos me había hecho caso y no había hablado en todo el rato. La herida no era muy grave, pero si era profunda. Sin ninguna duda tardaría varios días en cerrarse, pero por lo menos ya se la había desinfectado.
Cuando terminé me acosté a su lado. Mirando al techo.
- Carlos.
- ¿Sí?
- No quiero que te vuelvas a pelear por mí.
- No me va a pasar nada – aseguró.
- Ya, ya lo veo. – dije sarcásticamente – No lo digo solo por eso. No quiero que nadie me defienda. Mis líos son míos, yo soy la que tiene que solucionarlos.
- Pero…
- No. No lo vuelvas a hacer.
- Lo que quieras Ari…
Me giré y le besé. Sabía que para él aceptar eso había sido duro. También sabía que si había aceptado era para que no me cabreara con él. Después de todo, Carlos siempre intentaba hacerme feliz. El me acarició la cintura con una mano y con la otra me sujetaba por la nuca, acercándome a él. La temperatura subía y cada vez estábamos más apretados. Sabía lo que vendría después. Siempre que empezábamos así, terminábamos igual. Tenía ganas, pero él estaba herido. Le aparté con una mano y le miré a los ojos, que me miraban con reproche.
- Hoy no.
- Estoy bien – dijo como un niño pequeño al que le niegan algo que desea.
Le miré arqueando un ceja y entonces sonrió pícaramente. Empezamos a reír y me abrazó. Eso me sorprendió, el era mas de besar, de actuar, no de sentimentalismos. Y si eso me sorprendió más me sorprendió lo siguiente.
- Te quiero, Ariadna.
Giré la cabeza para poder mirarlo directamente a los ojos. Él nunca me había dicho un “te quiero” y yo tampoco se lo había dicho nunca. No es que no nos quisiéramos, simplemente, para nosotros, amar era mucho más difícil que para otros, que dicen tantos “te quiero” que las palabras pierden valor.
Era mucho más difícil amar cuando la vida te ha dado tantos golpes que desconfías de la gente, porque entonces es mucho más difícil exponer tus sentimientos, te entra miedo por si te vuelven a dar otro golpe y es entonces cuando encierras tu corazón bajo una capa de hielo, lo rodeas de fuego y de una valla de espinas, para que nada mas te pueda hacer daño. Pero a pesar de todas las protecciones que puedas poner, siempre habrá una persona que las atravesará; derretirá el hielo, apagará las llamas de fuego que te rodean y romperá la valla de espinas. Entonces es cuando esa persona se gana un lugar muy importante en tu corazón, uno muy importante.
- Yo también te quiero, Carlos.
Apoyó su frente en la mía y, aunque sonreía divertido, sus ojos demostraban la ternura y la pasión que sentía en esos momentos. Lentamente acercó sus labios a los míos y me besó como nunca antes me había besado. Un beso cargado de una pasión desbordante y a la vez tan tierno como puede ser el primer beso.
Cuando no separamos nos quedamos mirándonos durante un rato bien largo. Habríamos seguido así durante mucho más tiempo si no fuera porque un reflejo plateado me llamó la atención desde la ventana. Era la luna. Entonces me acordé del orfanato. Seguramente ya pasaba de la una de la madrugada. No era muy tarde pero…
- Ya es hora de que me vaya. – antes de que abriera la boca para protestar le callé – Y tú necesitas descansar.
Simplemente me sonrió con resignación y me abrazó una vez más. Su boca rozaba mi oído. Entonces habló. Haciendo que su aliento chocara contra mi piel, provocando que un escalofrió recorriera mi espalda.
- Perdóname si alguna vez soy un hijo de puta contigo.
Me separé de él y me dirigí a la puerta. Cuando iba a salir me giré para verlo, y le sonreí.
- Te perdono.
No llegué a ver si hacia algún gesto o no, pues salí de la habitación y cerré la puerta con suavidad.

Cuando al salir de la casa el viento me dio en la cara sonreí. Me alegraba de que Carlos no tuviera nada muy grave. Yo misma había tenido heridas peores. Fui hacia donde había aparcado la moto. Dos minutos más tarde recorría las calles de Barcelona a cien kilómetros por hora.

1 comentario:

  1. BRUTAL! ME ENCANTA LA HISTORIA .. ESTO SE PONE CADA VEZ MAS INTERESANTE !! :)

    ResponderEliminar