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La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

jueves, 13 de mayo de 2010

CAPITULO 5

El día siguiente amaneció soleado y con el cielo despejado, perfecto día para hacer notar que salía de esta puta prisión. La mañana la dedique a arreglarme y recoger las pocas cosas que habían mías. Hacia mediodía el director pasó a por mí. Durante el viaje no hablábamos, no era muy normal, yo solía llevarme bastante bien con él, fue el único que se hizo cargo de mí después de la muerte de mis padres al ser estos sus amigos. Mientras yo miraba por la ventana, él no paraba de mirar hacia la carretera y tamborilear con los dedos sobre el volante mientras lo miraba todo con desaprobación. Baje la ventanilla y una bocanada de aire fresco me dio de lleno en toda la cara refrescándome las ideas y despertándome después de estar tantos días sin notar el viento sobre mi piel. Íbamos por una de las calles principales de Barcelona cuando el semáforo se puso en rojo y nos detuvimos, entonces el Sr. Álvarez resopló indignado, vi que estaba mirando por su ventanilla y en la pared que estaba viendo había un gran graffiti. Inconscientemente sonreí maliciosamente; ese graffiti estaba muy guapo y llevaba una marca personal, una gran estrella de cinco puntas negra de la cual descendían unos chorros como si la estrella estuviera acabada de pintar. Mi marca. Ese graffiti era mío.
- Malditos vándalos… ¿Cuándo aprenderán que las paredes no son murales para que pinten sus garabatos? ¡Por Dios! Eso ni siquiera es arte. – se quejó.
Yo callé y en mi interior me descojonaba, si supiera que tenía al “Maldito vándalo” a su lado…
Nadie en todo el orfanato sabía que yo pertenecía a La Banda salvo algunas excepciones que se habían enterado casi de casualidad, no me preocupaba por que lo dijeran, sabía que no lo harían, no al menos si apreciaban su estado físico actual. Estos me respetaban y temían, saben que si intentaran algo muchos de mis “amigos” se les echarían encima. No me era difícil imaginarme a Carlos dándole una paliza a uno solo porque me había mirado mal, y si me lo imaginaba era porque ya lo había visto. A veces me jodía que fuera tan asquerosamente protector conmigo, exactamente igual a Lucas, joder yo no era ninguna niña pija que no podía ni coger unas tijeras sin hacerse daño o necesitar ayuda.
En menos de un cuarto de hora estábamos en la entrada del orfanato. Cuando bajé del coche me quedé plantada en el sitio observando detenidamente el orfanato, una especie de deja vú se apoderó de mi y el recuerdo de la primera vez que pisé ese mismo sitio apareció en mi mente. Por aquel entonces yo era una pobre y asustadiza niña de ocho años traumatizada por la “trágica” muerte de sus padres, hoy era una adolescente de dieciséis años fría, calculadora y temeraria.
Deseché los recuerdos de mi cabeza, no me gustaba mi pasado y siempre evitaba recordarlo. Me fijé en la arquitectura del edificio y me di cuenta de que no había cambiado nada, era un edificio de tres plantas hecho con piedra oscura grande y cuadrada con los marcos de las ventanas de madera y aspecto nostálgico. Un gran jardín lo rodeaba y un camino de gravilla iba desde la acera de la calles hasta los escalones que daban a la puerta de entrada.
Al mirar la segunda planta me di cuenta de que en una ventana estaba la cabeza de Lucas mirándome mientras me dedicaba una sonrisa enorme, entonces repentinamente se fue para dentro. Me giré para sacar la maleta del maletero del coche mientras el director iba a decirle algo al conserje. Cuando ya había sacado la maleta unos brazos me levantaron del suelo abrazándome. Me giré mirando a Lucas a la cara mientras le dedicaba una media sonrisa.
- Lucas ¡Bájame, ya! – intenté sonar enfadada pero no lo conseguí.
- De acuerdo, señora. ¿Cómo estás?
- Bien. ¿Sabías que eres más crio a veces que un niño de tres años? – solo me sonrió- ¿Tu qué tal?
- Aburrido, como siempre. Venga te ayudo a subir la maleta a tu habitación. ¡Señor director nos vamos dentro! – gritó, seguidamente me cogió de la mano arrastrándome, literalmente, hacia el edificio.
En el vestíbulo no había nadie, era raro, normalmente los más pequeños no paraban de gritar y correr de un lado para otro. En el reloj que había sobre el mostrador vi que era la hora de comer, estarían todos en el comedor. Al subir a la tercera planta, la de las chicas, un par de cabezas se asomaron por una puerta. Natalia y Diana, las chupaculos, perdón, las amigas de Irina. Les miré fríamente y volvieron a meterse para adentro. Pijas de mierda, seguro que se habían pasado la semana poniéndome a parir, eso sí por detrás, porque por delante ni me miraban a la cara del cague que les cogía.
Al entrar a mi habitación pude sentir el olor a desesperación y dolor que había experimentado al intentar suicidarme, también olía a cerrado y al mirar hacia la ventana me di cuenta de que mis cosas no estaban en el sitio que deberían estar. Pude notar aun sin verlo, como Lucas se ponía nervioso, seguramente se había dado cuenta de que lo había visto y seguramente él sabía que había pasado. Me gire para enfrentarlo de cara exigiéndole una respuesta con la mirada. Lucas bajó la cabeza y me dirigió una mirada culpable.
- El director hizo que retiraran cualquier cosa con la que pudieras cortarte o hacerte daño.
- ¿¡Que, que!?
- Pues eso – me dijo, puso cara de reproche - ¿Qué te esperabas? Es comprensible que haga eso ¿No crees? Además, no te preocupes, fui yo quien hizo la inspección, todas tus cosas de La Banda están debajo de esa tabla suelta – añadió con asco.
- Gracias – respondí secamente, no me había gustado nada ese tono con el que me había hablado – ¿Puedes salir? Me gustaría estar sola.
Por el tono en que lo dije pareció más una orden que una petición pero era eso lo que quería. Sin esperar una respuesta lo empujé afuera y le cerré la puerta en las narices, cerré con pestillo y me giré apoyando la espalda contra la puerta mientras me deslizaba hasta quedarme sentada en el suelo. Estaba cansada y no me apetecía hacer nada salvo quedarme encerrada en esa habitación hasta que todos se olvidaran de mi.
Me quedé es esa misma posición durante lo que a mí me parecieron horas, aunque seguramente tan solo serian diez o quince minutos. Había mantenido la mente en blanco hasta que un zumbido me devolvió a la realidad. Con la mirada localicé el objeto del que provenía el zumbido, era mi móvil, que estaba a punto de caer al suelo. Me levanté y lo atrapé antes de que rozara el suelo. Para entonces el móvil ya había dejado de vibrar, suspiré exasperada y miré la pantalla iluminada del móvil mientras que en mi estomago se formaba un nudo que bien habría podido ser hecho por alguien de la marina… diez perdidas de Carlos, cinco de Lara y nueve de Tony, uno de los cinco jefes de La Banda… La última perdida era de Carlos. Rápidamente le llamé, no quería dar motivos para que hubiera más problemas de los que ya había. Un toque, dos, tres…

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