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La entrada que esta entre el 6 y el 7 capitulo tambien es un capitulo! es como la sgunda parte del 6.

jueves, 13 de mayo de 2010

CAPITULO 9

Entré, las muñecas tiradas por el suelo, la cama enorme con sabanas rosas, las zapatillas de ballet encima de la mesa, la cual estaba llena de lápices de colores, un corcho colgado en la pared lleno de dibujos. En la mesilla de noche reposaba varias fotos, casi todas de mis logros de pequeña: cuando gané un concurso de hípica, en mi primera clase de ballet, otra foto de mi comunión, demasiadas fotos. La única verdaderamente importante era la que estaba en la última fila al centro, una foto de mía de cuando se me cayó el primer diente de leche, sonriendo con la inocencia que solo una niña puede tener, junto a mis padres que parecían más felices que nunca. Por alguna razón que no conocía me fui directa al armario y lo abrí, toda la ropa estaba amontonada al lado derecho, dejando así en el lado izquierdo un espacio lo bastante amplio como para que una niña de ocho años se escondiera mientras veía como asesinaban a sus padres, pensé con amargura.
Los recuerdos de aquel momento en que mi vida cambio por completo me asfixiaban, abrumaban, no me dejaban respirar. Mis ojos empezaron a escocerme y la garganta se me secó. Necesitaba salir de ahí.
Salí rápidamente al pasillo que daba a las escaleras cuando oí unos pasos… la sangre se me heló. Recuerdos horribles me vinieron a la mente; ruidos, mis padres entrando a mi habitación a las tres de la madrugada, mi madre escondiéndome, alguien abriendo la puta puerta, suplicas, gritos, sangre.
No lo pensé dos veces, empecé a correr como si me persiguiera el mismo demonio en persona. Al mismo tiempo oí como el intruso me seguía de cerca, demasiado, los escalones de las escaleras los iba saltando de cuatro en cuanto y nada mas puse un pie en el salón me precipité sobre la puerta que daba al jardín trasero, corrí y corrí, pero de repente alguien me cogió con fuerza por la cintura mientras que con su otro brazo me tapaba la boca.
- ¡Shh! Ariadna, soy yo joder, Tony. – mis músculos se destensaron y paré de resistirme. El por su parte me soltó lentamente.
- ¡¿Estás idiota o qué?! Por poco no me da algo gilipollas. ¿Cómo coño sabias que estaba aquí?
- No me hables así – amenazó – cuando te fuiste Carlos se cabreó pero enseguida me pidió que te siguiera, por lo visto pensaba que no irías directamente al orfanato y tenía razón, además creía que a él no le ibas a hacer caso.
- Claro que no le iba a hacer caso – respondí tranquilamente, más bien, aparentemente tranquila.
- Lo suponía… Oye, Ari… ¿Estás bien?
- Claro que si ¿No me ves?
- Sabes a que me refería – dijo mirando de reojo a la casa.
- Lo sé, y la respuesta sigue siendo la misma.
- Lo que tu digas – dijo harto ya – venga vámonos.
Solo le seguí sin decir nada, tenía confianza con Tony, en realidad todos le teníamos confianza, a pesar de ser bastante chungo era buena persona, por lo menos con La Banda, con el resto ya era diferente, de todas formas no quería contarle nada, era mi pasado el implicado.
Cuando estuvimos en la calle sabia que nos íbamos a ir cada uno para su lado, vivíamos en direcciones contrarias. Tony se giró y me miro seriamente.
- A veces no es bueno hacerse el fuerte ¿Sabes?
- No me hago la fuerte, simplemente no me pasa nada.
- ¿Podrías dejar de ser tan jodidamente hermética por una vez? a toda La Banda nos jode no poder ver a través de ti, nos jode no poder saber qué es lo que piensas de verdad.
- No es mi problema – Tony se iba a girar para irse, bastante cabreado, pero le cogí por el brazo obligándole a girarse – Lo siento ¿Vale? ¡Soy así, no lo puedo evitar! La gente es la que me ha hecho ser así…
- Lo sé pequeña.
Después de eso nos abrazamos y nos despedimos. Durante el camino de regreso al orfanato no pensé en nada, era mejor dejar la mente en blanco, el trayecto se me hizo corto. Tan pronto como me metí en la cama me di cuenta de que no podría dormir, al menos no en unas horas. Recordé el miedo que había pasado en mi casa y me sentí débil, asquerosamente débil. “Hay que enfrentarse a nuestros propios miedos” me dijo una vez mi padre. Estaba dispuesta a hacerlo. Iba a recordar por primera vez la noche en que mis padres fueron asesinados ante mis narices.

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